El trabajo es normalmente el lugar donde muchos de nosotros pasamos de seis a ocho horas diarias. Es el escenario donde, no sólo nos ganamos el pan de cada día, sino que debe ser el espacio de nuestra productividad. Una productividad que está muy asociada al sentido de logro y a la necesidad de sentirse capaz. El sentirse capaz junto al sentirse amado y valorado es el otro pilar de una autoestima saludable. Por lo que desarrollarse en el mundo del trabajo, es vital para la salud integral de un ser humano.
Por otro lado, las emociones o las expresiones fisiológicas que manifiesta nuestro organismo frente a una idea, persona o evento, son inherentes a la naturaleza humana. Por tanto, cuando vamos al trabajo nos llevamos nuestras emociones con nosotros, lo que hace dudable la creencia de que "dejemos los problemas en casa". Si bien debemos dejar los problemas en casa es muy difícil dejar las emociones en nuestro hogar. Si a nuestro estado emocional le añadimos los sentimientos propios de las situaciones que surgen cotidianamente en nuestras organizaciones, estamos frente a un factor que afecta no sólo nuestra productividad, sino nuestra salud y felicidad.
Algunas de las emociones que pueden impactarnos adversamente son el mal manejo del miedo, coraje y el afecto. Conocer qué son estas emociones y aprender de ellas es vital para cualquier programa de promoción de salud o de prevención de enfermedades o situaciones que puedan deteriorar nuestro bienestar.
El miedo es la emoción que nace de un sentimiento de impotencia frente a un elemento amenazante que nos lleva a experimentar no solamente ideas negativas o perturbadoras, sino que se "graba" en el sistema límbico y de ahí a órganos como el corazón o el estómago. El miedo nos paraliza frente a la comunicación con otros y frente a los cambios que la industria del siglo 21 necesita. El miedo puede detener nuestro desarrollo y llevarnos a otros temores, ansiedades y hasta depresiones.
El coraje es otra emoción que nace de un sentimiento de incomodidad frente a la frustración de no aceptar una respuesta. El coraje no controlado puede llevarnos a la respuesta agresiva ya sea verbal o física El coraje también incide en nuestro estilo de comunicación y bloquea transiciones necesarias a todos los niveles de la organización.
Cuando hablamos de afecto, se puede definir como un sentimiento de agrado y bienestar que nos lleva no sólo a sentir mucha alegría e ilusión de seguridad sino que incluye un grado de placer fisiológico que puede llevarnos a la excitación sexual. Un descontrol afectivo puede llevarnos a tener serias dificultades en el trabajo que va desde mostrar preferencia, más por un empleado o empleada, hasta la infidelidad que puede hacer tormentosa no sólo las relaciones laborales, sino familiares.
Como vemos, las emociones no se quedan en casa, y de quedarse, reaparecen de otras formas en el trabajo y pueden motivarnos o detenernos. Por otro lado, todos en la organización deben crear los mecanismos para lidiar con éstas y ponerlas al servicio de su desarrollo. Ignorarlas sería muy arriesgado en este momento, cuando se reconoce la importancia del enfoque holístico, para beneficio no sólo de 1a industria de la era cibernética, sino de lo que es más importante, el individuo.
Estos mecanismos son los adiestramientos, talleres, los reconocimientos y, por supuesto, los programas de apoyo al empleado. Invertir en éstos es creer que las emociones si pueden ser canalizadas y ser maestras de la vida. Aprender a dialogar con estas expresiones de nuestros sentimientos, puede permitirle a la persona estar en una mejor armonía entre su forma de pensar y vivir. Ayudar a que toda la empresa pueda vivir como piensa, permitirá que nos sintamos mejor.