Los Hermanos Grimm


Thomas O'Neill
Artículo publicado en la revista National Geographic edición en español. Diciembre de 1999

Érase una vez dos hermanos que vivían en Alemania y amaban los buenos cuentos; los cuentos llenos de magia y de peligros, de lealtad y de bribones.

De niños jugaban y estudiaban juntos, como uña y carne, saboreando su infancia en un pequeño pueblo. Pero su padre murió inesperadamente, y la familia se volvió pobre. Uno de los hermanos se hizo enfermizo; el otro, demasiado serio para su edad. En la escuela conocieron a un sabio que los guió a un tesoro: una biblioteca de libros viejos con los cuentos más seductores que jamás habían escuchado. Inspirados, los hermanos comenzaron a coleccionar sus propios relatos, cuentos populares que les contaban sobre todo las mujeres, jóvenes y viejas. Pronto, los hermanos produjeron su propio tesoro: un libro de cuentos de hadas que encantaría a millones en lugares remotos durante generaciones.

Los hermanos Grimm, Jacobo y Guillermo, titularon a su libro Los cuentos infantiles del hogar, y publicaron la primera de sus siete ediciones en Alemania en 1812. El índice es una lista de los personajes más célebres de los cuentos de hadas: la Cenicienta, la Bella Durmiente del bosque, Blancanieves, Caperucita Roja, Rapunzel, Rumpelstiskin, Hansel y Gretel, el rey rana. Docenas de personajes -un carrusel de brujas, sirvientas, soldados, madrastras, enanos, gigantes, lobos, demonios- giran por las páginas del libro. Tomados sobre todo de narraciones orales, los 210 cuentos de la colección de los Grimm forman una antología de cuentos de hadas, fábulas, farsas rústicas y alegorías religiosas sin igual hasta hoy.

Los cuentos de los hermanos Grimm, como se les conoce por lo general en el mundo de habla hispana, permean la cultura mundial. Hasta ahora la colección ha sido traducida a más de 160 idiomas, desde el inupiat del Ártico hasta el suajili de África. En Estados Unidos, los lectores pueden elegir de entre 120 ediciones. En cuanto fenómeno editorial, la obra de los hermanos Grimm compite con la Biblia. Los cuentos y los personajes estelares saltan de las páginas al teatro, la ópera, las historietas, el cine, la pintura, el rock, la publicidad, la moda. Los japoneses, quizá los más entusiastas seguidores de los hermanos Grimm, han construido dos parques dedicados a los cuentos. En Estados Unidos, la colección de los hermanos Grimm proveyó buena parte de la materia prima que ayudó a Disney a convertirse en un gigante de los medios de comunicación.

"LA EDAD PARA ESCUCHAR estos cuentos va de los tres años a la muerte", dice la narradora de cuentos alemana Elfriede Kleinhans. "Nuestro mundo puede parecer demasiado tecnificado y frío. Todos necesitamos estos cuentos para calentar nuestras almas."

Tanta fama habría asombrado a los humildes Grimm. Mientras vivían, la colección se vendió modestamente en Alemania, al principio apenas unos cientos de ejemplares al año. Las primeras ediciones ni siquiera se dirigían a los niños. En un principio, los hermanos rehusaron utilizar ilustraciones, y las notas eruditas a pie de página ocupaban casi tanto espacio como los cuentos mismos.

Jacobo y Guillermo se consideraban a sí mismos folcloristas patriotas, no escritores para niños. Su trabajo comenzó en la época en que Alemania, confuso mosaico de feudos y principados, había sido invadida por la Francia napoleónica, y los nuevos gobernantes pretendían suprimir la cultura local. Jóvenes estudiosos, absortos en su trabajo y solteros que compartían un atiborrado departamento, los hermanos Grimm se encargaron de la colección de los cuentos con el propósito de salvar la amenazada tradición oral alemana.

A lo largo de casi todo el siglo XIX, maestros, padres de familia y figuras religiosas, particularmente en Estados Unidos, condenaban la colección de cuentos de los Grimm debido a su crudo e incivilizado contenido. En 1885 un educador norteamericano acusaba: "Los cuentos populares reflejan con demasiada fidelidad la visión del mundo y la cultura medievales, con todos sus rígidos prejuicios, su crudeza y atrocidades". Los adultos ofendidos se oponían a los penosos castigos impuestos a los villanos. En la versión original de "Blancanieves", a la malvada madrastra se le obliga a bailar con unas zapatillas de hierro ardiente al rojo vivo hasta caer muerta. En "La pastora de ocas", una sirvienta traidora es desnudada, metida en un barril lleno de clavos y arrastrada por las calles. Aún hoy, algunos padres protectores se mantienen a distancia debido a la violenta reputación de las historias de los Grimm.

A pesar de la a menudo dura recepción que tuvieron, los Cuentos infantiles del hogar fueron echando raíces entre el público. Los hermanos no habían previsto que la aparición de su trabajo coincidiría con el florecimiento de la literatura infantil en Europa. Los editores ingleses tomaron la batuta al publicar libros ilustrados de alta calidad, como Juanito y los frijoles mágicos, y abundantes colecciones de cuentos populares, todo para satisfacer a un nuevo público letrado en busca de material virtuoso para los pequeños. Una vez que los Grimm descubrieron este nuevo público, se dedicaron a refinar y suavizar sus cuentos, que habían surgido siglos antes como un burdo entretenimiento de campesinos. En las manos de los Grimm, las crueles madres se convirtieron en antipáticas madrastras, los amantes solteros se volvieron castos y al padre incestuoso ahora se le asignó el papel de demonio.

En el siglo xx, los cuentos de los hermanos Grimm reinan en los libreros de las recámaras infantiles. ¿Y por qué no? Las historias se leen como sueños hechos realidad: apuestos mozos y hermosas damiselas armados de magia vencen gigantes y brujas y bestias salvajes. Escapan de adultos malvados y egoístas. Inevitablemente, la chica y el chico se enamoran y viven felices para siempre. Léeme otro, por favor.

Y los padres siguen leyendo, pues aprueban las lecciones que contienen las historias: cumple tus promesas, no hables con desconocidos, trabaja duro, obedece a tus padres. Según los mismos Grimm, los cuentos servían como un "manual de buenos modales".

Los estadounidenses quedaron prendadas de los cuentos de los Grimm cuando, en 1937, Walt Disney presentó su película de dibujos animados Blancanieves y los siete enanos, primera de tres increíblemente populares adaptaciones. Para convertir una historia corta en un musical de 80 minutos, los estudios Disney endulzaron el material original dando a los enanos nombres como Estornudo y Feliz. En Cenicienta (1950), Disney matizó la trama agregando una carroza que se convertía en calabaza al llegar la medianoche.

LOS TEXTOS DE LOS HERMANOS Grimm han sufrido tantas adaptaciones y traducciones, muchas veces con la intención de suprimir el material censurable, como la violencia con la que son tratados los villanos o para adecuar los temas a los gustos contemporáneos, que la mayoría de nosotros conocemos sólo sus versiones ya modificadas.

En un salón de clases de cuarto grado en Steinau, Alemania, el pueblo donde los Grimm pasaron parte de su infancia, escuché a la narradora de cuentos Elfriede Kleinhans preguntar a los niños y niñas cómo hizo la princesa para convertir una rana en príncipe en el clímax de "El rey rana", el cuento que abre la colección de los Grimm. "La besó", contestan al unísono. "No", responde Kleinhans. "Lanzó a la horrible rana contra la pared con toda su fuerza, y ésta despertó como un príncipe. Eso dice la verdadera historia." Los niños se muestran incrédulos.

Estudiosos y psiquiatras han opacado la belleza de los cuentos con una incesante pregunta: "¿Qué significa?" ¿Arrojar la rana simboliza el despertar sexual de la princesa, como sugirió el psicólogo freudiano Bruno Bettelheim, o acaso la princesa representa un modelo de un rol feminista al desafiar la autoridad patriarcal de su padre, el rey, como se pregunta el folclorista alemán Rörich? O quizás, una rana no es más que una rana.

Los cuentos también han caído en manos de ideólogos y propagandistas. Los teóricos del Tercer Reich, en Alemania, hicieron de Caperucita Roja un símbolo del pueblo alemán, que se salva del feroz lobo judío. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los aliados prohibieron la publicación de los cuentos de los hermanos Grimm en Alemania, por creer que éstos habían contribuido a la barbarie nazi.

Durante la década de los setenta, en campus universitarios de Europa y Estados Unidos se condenó a los cuentos de los hermanos Grimm por promover una visión del mundo sexista y dominada por la autoridad. "La locura viene de los cuentos de hadas", se escribió en las paredes de Alemania. Algunas de las historias se reescribieron para adaptarlas a ciertas preferencias políticas. En una revisión de "Cenicienta", la heroína organiza un sindicato de sirvientas, provocando que el rey la arreste; luego emigra a Estados Unidos para huir de la tiranía de reyes y reinas.

Al preguntarle acerca de esta avalancha de comentarios de psicoanalistas, estudiosos e ideólogos, Bernhard Lauer, director y curador del Museo de los Hermanos Grimm en Kassel, Alemania, me miró con tristeza y se quejó: "¡Los cuentos son obras maestras de la literatura! No son recetas para la vida diaria".

EMBELESADO DESDE LA INFANCIA por la geografía que trazan los cuentos de los hermanos Grimm - los siniestros bosques, los imponentes castillos, las cabañas alumbradas por el fuego y las ruidosas calles de las aldeas- viajé a Alemania para ver si podía trazar los contornos de mi mapa imaginario y quizás descubrir quiénes fueron en realidad los hermanos Grimm y cómo llegaron a ser sobresalientes cartógrafos de la ilusión. Mi plan consistía en visitar los pueblos de Hesse donde los hermanos Grimm vivieron, e investigar quiénes les contaron los cuentos y qué tanto los alteraron. Vagaría por los caminos remotos, para ver si los paisajes que evocan los cuentos aún perduraban en la campiña de Hesse.

Cuando dejaba Francfort y sus rascacielos de vidrio, la nieve parecía pintar el suelo hacia el este, en la tierra de los Grimm. Las aldeas de techos rojos anidan en los pliegues de las colinas y a lo largo de los valles de los ríos. Los castillos de piedra asoman de las cimas cercanas, mostrando torres y almenas. Los campos en los que luego madurarán el maíz y la remolacha se extienden hasta los espesos bosques que enmarcan el horizonte como los bordes de un grabado.

Los mayores de seis hermanos, Jacobo y Guillermo, nacieron con un año de diferencia a mediados de la década de 1780 en Hanau, un pueblo de comerciantes a menos de un día de distancia en carruaje de Francfort. Su padre, Felipe, hijo de un clérigo, estudió leyes y fue secretario del ayuntamiento de Hanau, una ocupación sólida propia de la clase media. El señor Grimm predicaba una vida de fe, trabajo fervoroso y lealtad a la familia. La madre, Dorotea, dejaba a los niños vagar libremente por la campiña donde, como un día llegaría a reconocer Guillermo, nació su "espíritu de coleccionista" mientras cazaban mariposas e insectos.

Nada queda ya del lugar donde nacieron los Grimm en Hanau. Al igual que la mayoría de las casas que alguna vez habitaron, la de Hanau fue destruida por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Una estatua de bronce de los hermanos se levanta frente al Rathaus, o palacio de gobierno, mostrando a dos hombres de cabello largo y levita, absortos en la lectura, su gran placer. Al pie de la estatua pueden verse turistas también leyendo, casi siempre guías de viaje. La estatua marca el inicio del Deutsche Märchenstrasse, o Camino Alemán de los Cuentos de Hadas, una sinuosa ruta de más de 600 kilómetros que serpentea por el centro de Alemania hacia lugares que tienen que ver con los Grimm o sitios pintorescos que simplemente ponen al viajero en un estado de ánimo de cuento de hadas.

Hacia 1791 la familia se había trasladado al noreste, a Steinau, otro pequeño centro de comercio donde el padre fungió como magistrado de distrito. La familia Grimm vivía bien en una gran casa de piedra con torreones, que funcionaba también como corte local. Sobrevive como museo de manuscritos y memorabilia de los Grimm, junto con exposiciones permanentes de ilustradores contemporáneos.

Los años en Steinau marcaron el fin de la tranquilidad y la inocencia de Jacobo y Guillermo. En 1796 su padre murió, a los 44 años de edad. Dorotea y su familia de seis hijos fueron obligados a desocupar la residencia gubernamental.

Gracias a la ayuda económica de una hermana de Dorotea, dama de compañía de una princesa de Hesse, Jacobo y Guillermo, a sus 13 y 12 años, fueron enviados al norte, a Kassel, para estudiar en el Lyzeum, una escuela para la clase alta. Los muchachos, que compartían el mismo cuarto y la misma cama, afrontaron la soledad y los desdenes sociales estudiando 10 horas diarias; fueron alumnos brillantes. Sin embargo, el esfuerzo físico repercutió en Guillermo quien, de por si delicado de salud, sufrió un severo ataque de asma en la escuela. Sus débiles pulmones y las enfermedades recurrentes lo perseguirían el resto de sus días.

Tal como los héroes de los cuentos, los hermanos Grimm fueron puestos a prueba con mala fortuna y terribles obstáculos antes de conocer al sabio que los sacaría de las tinieblas. El encuentro sucedió en la ciudad universitaria de Marburgo, donde Jacobo, en 1802, y Guillermo, un año después, se graduaron en leyes. Rotraut Fischer, estudiosa del movimiento romántico alemán, me guió entre callejuelas repletas de estudiantes. Dimos vuelta en la calle Barfüsser, pasamos frente al edificio, construido en parte con madera, en el que los Grimm vivieron cuando eran estudiantes de leyes, y comenzamos a subir a las alturas de Marburgo.

"Sabemos por sus cartas que Jacobo recorrió esta ruta muchas veces -comenta Fischer-. En una de ellas se quejaba de que había más escaleras en las calles que en las casas." Luego pasamos frente a una espigada iglesia gótica, en cuyo interior resonaba un órgano, y llegamos a una casa de piedra de tres pisos, justo debajo del castillo del pueblo. Aquí fue donde un joven profesor de leyes aristócrata, Friedrich Carl von Savigny, impresionado por la avidez de conocimientos de Jacobo, abrió las puertas de su biblioteca al mayor de los Grimm, quien pasaba horas enteras leyendo los raros manuscritos de épicas medievales y sagas heroicas de la colección de Savigny. Esta experiencia despertó en Jacobo la pasión por descifrar y rescatar la literatura y los antiguos cuentos populares alemanes, causa que también abrazaría su hermano menor.

Jacobo, de temperamento introvertido, dedicó su existencia a la investigación bibliográfica. En Marburgo rechazaba las invitaciones para pasear por la campiña, diciendo que prefería "un paseo por la literatura" Sus compañeros lo llamaban "el viejo". Guillermo, un decidido estudioso como su hermano, era más sociable. "A Guillermo le gustaban las mujeres y Guillermo les gustaba a ellas", me comentó Heinz Rölleke, un estudioso de los Grimm en la Universidad de Wuppertal. Guillermo y Jenny von Droste-Hülshoff, una rica joven a la que conoció en un círculo de narradores de cuentos, intercambiaban apasionadas cartas.

Las diferencias de clase frustraron un posible matrimonio. A los 39 años, Guillermo se casaría con Dortchen Wild, hija de un boticario y una de las fuentes más importantes de cuentos de la colección. Jacobo, que permanecería soltero toda su vida, fue con mucho la parte intelectual y quien iniciaba casi todos lo proyectos. Pero los hermanos trabajaban muy de cerca y firmaban sus escritos simplemente como "los hermanos Grimm".

Los cuentos infantiles del hogar, su trabajo conjunto más notable, comenzó casi de improviso. Absortos en la edición y traducción de manuscritos medievales, los Grimm comenzaron a reunir cuentos de hadas por encargo de un amigo que planeaba una colección de literatura popular alemana. Transcurridos varios años, los Grimm habían recopilado 49 cuentos, algunos tomados de libros antiguos y el resto de conocidos en Kassel. Pero el amigo no elaboró su colección y los hermanos decidieron publicar su propio volumen.

Reunir los cuentos debe haber distraído a Jacobo y Guillermo de lo que ocurría en sus vidas. Su madre había muerto en 1808 y el dinero escaseaba. Empleado como bibliotecario del detestado invasor francés, Jacobo apenas podía sostener a sus cinco hermanos. Guillermo padecía de asma y tenía un corazón débil, por lo que no podía trabajar. En 1812, el año en que se publicaron los cuentos por primera vez, los hermanos sobrevivían con una comida al día; quizá esto explica por qué tantos personajes de su libro pasaban hambre.

Aunque siguieron apareciendo nuevas ediciones de los cuentos hasta 1857, dos años antes de que Guillermo muriera, la recolección de casi todas las narraciones orales ocurrió cuando los hermanos estaban en sus impresionables veinte años.

En total, 40 personas relataron historias a los hermanos Grimm, y muchos iban a su casa en Kassel. Los hermanos recibían con agrado especial las visitas de Dorotea Viehmann, viuda que caminaba hasta el pueblo para vender lo que sembraba en su hortaliza. Hija de la dueña de un mesón, Viehmann había crecido escuchando los relatos de los viajeros que iban camino a Francfort. Entre sus tesoros estaba "Aschenputtel": Cenicienta.

Excepto por la señora Viehmann, los hermanos casi nunca identificaban a sus narradores. Los nombres de éstos y las historias que se les acreditaban no pudieron conocerse por lo general hasta después de estudiar con cuidado las notas que aparecían al margen en las copias de los cuentos que pertenecieron a los Grimm.

Pero la verdadera identidad de uno de los informantes más importantes: "Marie", no salió a la luz hasta mediados de la década de 1970. En las notas se le atribuyen a Marie la narración de muchos de los cuentos más famosos: "Rotkäppchen" (Caperucita Roja), "Schneewittchen" (Blancanieves) y "Dornröschen" (la Bella Durmiente). Herman Grimm, el hijo mayor de Guillermo y albacea del legado de los hermanos tras su muerte, sostuvo por muchos años que la Marie en cuestión había sido la vieja ama de llaves de los suegros de Guillermo.

Fue necesario que Heinz Rölleke, de la Universidad de Wuppental, leyera con mayor detenimiento las anotaciones para saber que la narradora conocida como Marie había sido en realidad Marie Hassenpflug, una amiga veinteañera de Charlotte, la hermana de los Grimm, quien pertenecía a una educada familia de habla francesa.

VI UN RETRATO DE MARIE en una pared de la casa de Wolfgang Hassenpflug, en Rinteln. El señor Hassenpflug, un ingeniero jubilado cuya despeinada cabellera blanca hace pensar más bien en un poeta, es tataranieto de Charlotte Grimm, a quien su familia y amigos llamaban Lotte. Según cuenta Wolfgang, en 1822 Charlotte dejó la casa de sus hermanos para casarse con un antiguo amigo de la familia, Ludwig Hassenpflug, hermano de Marie. Debido a que todo parece indicar que la descendencia directa de Guillermo y Jacobo se extinguió al morir la hija de Guillermo, en 1919, Wolfgang Hassenpflug es el heredero de muchos de los tesoros de la familia Grimm, así como de muchos recuerdos de la estirpe Hassenpflug.

De las paredes de la elegante casa de piedra de Hassenpflug penden retratos originales de los hermanos Grimm y de su hermana y la familia de ésta; todos grabados en cobre de otro de los hermanos Grimm, Ludwig. Marie mira con grandes ojos expresivos, y su rostro está enmarcado por rizos negros.

Para mi visita, la esposa del señor Hassenpflug, Gerda, adornó la mesa donde comeríamos con un mantel damasco que perteneció a Charlotte, y que tiene bordadas en una esquina las iniciales "LG". Wolfgang contó la historia del "redescubrimiento" de Marie y explicó que la ascendencia franco-hugonota de la familia había influido en sus habilidades narrativas. "Como los hermanos Grimm, Marie creció en Hanau, que en ese tiempo era un pueblo eminentemente francés"; explica Hassenpflug. "Desde luego, sus ayas le contaban cuentos franceses. Quizás en un principio los Grimm pensaron que todos los relatos de Marie provenían de Hesse, pero ahora sabemos que los más famosos venían de Francia y de los libros de Charles Perrault".

Las maravillosas historias de Marie mezclaban motivos de la tradición oral y del libro de Perrault de 1697, Los cuentos de mamá oca, que incluía elaboradas versiones de "Caperucita Roja", "Blancanieves" y "La Bella. Durmiente", entre otras. Muchas de éstas habían sido adaptadas de cuentos de hadas italianos. En la segunda edición de sus propios cuentos, los Grimm reconocieron las profundas raíces internacionales de muchos de ellos. Entre sus notas se hace referencia a variantes de muchas otras culturas, incluidas la rusa, la finlandesa, la japonesa, la irlandesa y la eslava.

Mucho antes de que los Grimm vivieran, la narración de cuentos florecía en posadas, establos y, quizás con más fuerza, en los spinnstuben o cuartos de hilado de las mujeres campesinas. En las noches de invierno, las mujeres aligeraban las largas horas que pasaban hilando lino contándose historias aderezadas de aventura, romance y magia. Los cuentos de los hermanos Grimm muestran muchas hilanderas, como en "Rumpelstiskin", en el que la hija de un molinero pobre a quien un rey ordena convertir la paja en oro -el fracaso significaría la muerte, el éxito bodas reales- consigue que la ayude un hombrecillo malicioso, Rumpelstiskin.

Dado que el origen de muchos de los cuentos de los Grimm se remonta a toda Europa y el Medio Oriente, se impone la pregunta: ¿qué tan alemanes son los cuentos de los Grimm? "Mucho" contesta el investigador Heinz Rölleke. El amor a los desposeídos, la sencillez rústica, el decoro sexual: todos son rasgos teutones.

La áspera textura de la vida alemana en el medioevo, época en que muchos de los relatos se integraron a la tradición oral, también colorea las narraciones. Por toda Europa los niños eran a menudo descuidados y abandonados como Hansel y Gretel. Las mujeres acusadas de brujería eran quemadas en la pira, como la malvada suegra de "Los seis gansos". "La crueldad de las historias no surgió de la fantasía de los Grimm" -opina Rölleke-. Reflejaba la ley y el orden imperantes en los tiempos antiguos."

Posiblemente, el más alemán de los toques sea la omnipresencia del bosque, donde los héroes confrontan a sus enemigos y vencen el miedo y la injusticia. La sociedad rural alemana tradicionalmente dependía del wald o bosque. Era aquí donde los granjeros alimentaban a sus cerdos con bellotas, los nobles cazaban venados y los leñadores escogían los troncos de donde saldrían las macizas vigas que aún pueden verse en los establos y casas de los pueblos de Hesse.

Los narradores de cuentos sabían que al colocar a los personajes en oscuros bosques sin caminos despertaban la sensación de peligro y suspenso. "El bosque no era considerado un lugar seguro. La gente de los pueblos lo evitaba", me contó el guardabosques Hermann-Josef Rapp mientras recorríamos en auto Reinhardswald, un enorme bosque en las colinas del norte de Hesse. "Había prófugos de la ley y cazadores ilegales. Y los alemanes siempre han temido a los lobos."

Actualmente, en Reinhardswald abundan las hayas y los abetos, traídos de fuera, que se aprovechan en los aserraderos del lugar. Pero para contemplar esos inmensos robles, árboles favoritos de los cuentos de los Grimm, hay que visitar un bosque protegido que está cerca del castillo de Sababurg. Rapp me llevó a ese bosque un día que llovía a cántaros. Aquí, enormes robles artríticos, algunos de más de 400 años de edad, surgían como ruinas góticas. Sentí aprensión al contemplar las gruesas y codiciosas ramas, los salvajes musgos cual cabellos, los ojos nudosos, los huecos que parecen bocas abiertas. ¿Cómo pudo la madre de Caperucita Roja permitir que una niña tan dulce entrara a un bosque como este?

A pesar del fuerte matiz germánico de los cuentos, la primera edición vendió muy poco. Para la segunda edición, en 1819, Guillermo ya había asumido la responsabilidad de los cuentos agilizando la trama para resaltar las acciones, insertar en la narración viejos proverbios y poemas populares y recurrir al lenguaje poético para describir los escenarios. De esta manera, Guillermo creó un estilo que aún hoy sirve de modelo para escribir cuentos de hadas.

Guillermo siguió puliendo los cuentos hasta la edición final de 1857. La comparación de las distintas ediciones revela que en su tentativa por hacer las historias más adecuadas para los niños y sus padres de las clase media, Guillermo suprimió todo rastro de actividad sexual, como la unión premarital de Rapunzel y el príncipe que escaló su torre. También agregó motivos religiosos, acentuó las lecciones dirigidas a la educación de los niños y enfatizó los roles de género. Aunque los Grimm decían ser meros recopiladores de historias, sus nuevas versiones de las narraciones orales, con su renovación literaria y moral, fueron cruciales, según parece, para adaptar los cuentos a los nuevos tiempos. "A pesar de cuanto añadió Guillermo -como dice Rölleke- la esencia de los cuentos permaneció intacta."

Las huellas editoriales que dejaron los hermanos Grimm traicionan los valores propios de la sociedad cristiana y burguesa de la Alemania del siglo xix. Pero eso no ha impedido que las historias sean adoptadas por prácticamente todas las culturas y nacionalidades del mundo. ¿Qué explica esta amplia y duradera popularidad? Bernhard Lauer señala que es "el estilo universal" de la escritura. "No hay descripciones concretas de la tierra, la vestimenta, el bosque o los castillos. Esto hace que los cuentos no tengan tiempo ni lugar."

Los cuentos nos permiten expresar nuestros "anhelos utópicos" opina Jack Zipes, de la Universidad de Minnesota, cuya traducción de los cuentos completos, de 1987, captura el vigor rústico de los textos originales. "Los cuentos muestran la búsqueda de la felicidad que casi ninguno de nosotros conoce pero que creemos posible. Podemos identificamos con los héroes de las historias y convertirnos, en nuestra imaginación, en los amos y amas de nuestros destinos."

Los psicoanalistas afirman que los cuentos de hadas son una posibilidad de ejercitar el inconsciente. En Estados Unidos es sabido que Bruno Bettelheim promovió el valor terapéutico de los cuentos de los hermanos Grimm y los llamó "grandes reconfortantes". Al confrontar temores y fobias, representados por brujas, madrastras despiadadas y lobos hambrientos, los niños se percatan de que pueden controlar sus ansiedades. La teoría de Bettelheim es aún objeto de un acalorado debate. Pero a la mayoría de los lectores jóvenes no les interesa ejercitar su inconsciente. A mi hija Lucy de 11 años le parece genial que las brujas lancen hechizos y que las heroínas siempre conquisten a los hombres que pretenden. Sé que los niños prefieren la capa que hace al héroe invisible o el rifle que siempre da en el blanco.

Los cuentos de los hermanos Grimm son placenteros en un infinito número de maneras. Algo en ellos parece reflejar cualquier estado de ánimo o interés que anteceda a nuestra lectura. Esta flexibilidad de interpretación los ajusta a casi cualquier época y cultura.

Jacobo y Guillermo dejaron sus trabajos como bibliotecarios en Kassel para dar cátedra en las universidades de Gotinga y Berlin. En conjunto publicaron más de 35 libros. También fueron reconocidos como patriotas al arriesgar sus medios de vida por defender una reforma democrática. Pero en sus últimos años de vida se retiraron de la política y la enseñanza para concentrarse en elaborar el Diccionario alemán, uno de los proyectos de erudición más grandes del siglo XIX.

Los hermanos no vivieron para concluir el diccionario ni ver hecho realidad su sueño más caro: la fundación de la nación alemana en 1871. Guillermo murió de una infección en 1859, a los 73 años. En su elegía, Jacobo dio a su amado hermano el nombre de märchenbruder, "el hermano de los cuentos de hadas". Jacobo murió cuatro años después, cuando acababa de escribir la definición para el diccionario de frucht, o fruta, un final digno de una vida fértil.

Como último cuento de su colección, los hermanos Grimm eligieron un relato corto, a manera de parábola, llamado "La llave de oro". En él, un niño pobre penetra en un bosque helado para recoger leña en un trineo. Entre la nieve encuentra una pequeña llave y junto a ella una caja de hierro. El niño inserta la llave, le da vuelta y levanta la tapa.

Ahí termina la historia. Por una vez los Grimm evitan un final feliz. A cambio, han extendido una invitación de oro, desde entonces aceptada por multitud de lectores, para abrir sus libros con la llave de la imaginación. Sólo entonces los lectores descubrirán las maravillas que los aguardan...

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